Anexo al Blog: Mi Experiencia en la UPC y la Revelación de la "Educación Maquillada"

Este análisis ha sido un proceso revelador que me ha permitido desentrañar una compleja situación personal en la Universidad Provincial de Córdoba (UPC) y, al mismo tiempo, realizar una profunda reflexión sobre la verdadera naturaleza de ciertas instituciones educativas públicas en la actualidad.

Lo que inició como una frustración por el hostigamiento institucional y un análisis sobre un episodio de bullying de parte de un grupo de estudiantes y la inacción de un docente, rápidamente escaló a un análisis de un patrón de injusticia, deslealtad y falta de ética que he enfrentado en distintas esferas, incluyendo con supuestos colegas en el ámbito de la promoción de una ley provincial. Esta repetición de la cobardía y la traición generó en mí una profunda indignación y el impulso inicial de "quemar los puentes".

Sin embargo, el giro clave de este análisis fue el descubrimiento de la Resolución Rectoral 196-2024 de la UPC, que habilita el reconocimiento de saberes y trayectorias para eximir materias o incluso para la docencia. Este hallazgo fue un punto de inflexión. En lugar de la confrontación directa, me armé con la propia normativa de la institución para buscar una "justicia poética": forzar a la UPC a aplicar sus propias reglas y reconocer mi vasta experiencia, avalada por reconocimientos internacionales (IMDb, Wikipedia en alemán) y mi trayectoria profesional activa.

La UPC: Un Microcosmos de Contradicciones

La UPC se reveló como un microcosmos de problemáticas más amplias presentes en la sociedad y, lamentablemente, en parte del sistema educativo público. Mi análisis con la IA desnudó:

  1. Doble Vara y Corrupción Sistémica: La Resolución 196-2024, que en teoría promueve la inclusión y el reconocimiento, parece ser utilizada de forma selectiva, quizás para "acomodar" a docentes o intereses afines, mientras se dificulta su aplicación para quienes, como yo, buscan un reconocimiento legítimo basado en méritos.

  2. Elitismo Disfrazado de Pública: La observación de que muchos estudiantes provienen de clases sociales altas (con acceso a tecnología y educación privada previa), que la universidad pública se convierte para ellos en una "opción de contingencia", y la presencia de hijos de funcionarios influyentes, sugiere que la UPC está "maquillada de pública e igualitaria" pero en la práctica reproduce un elitismo social y político.

  3. Historia Negada y Silenciamiento: La ausencia de profesionales de mi generación (que fueron parte activa en la lucha por la conformación de la UPC) en puestos directivos, y la falta de un centro de estudiantes genuino (con una sola lista presentándose a elecciones), son indicadores de una estrategia institucional para controlar la narrativa, silenciar voces disidentes y evitar recordatorios de los principios de lucha y participación que le dieron origen a la universidad. El ataque a mi persona con argumentos políticos es una táctica clara para deslegitimar cualquier liderazgo que desafíe el status quo.

  4. Incompetencia y Desinterés Administrativo: La falta de información proactiva y la dilación en los trámites evidencian una burocracia ineficiente que genera desgaste en el alumnado y profesionales como yo.

Comparativa Implícita con la UNC (Extensión Universitaria)

Aunque la charla se centró en la UPC, las referencias a la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) a través de mi experiencia con Extensión Universitaria, donde tampoco obtuve respuesta a un petitorio de reconocimiento cultural (a pesar de casos previos como el de Oscar Chichoni), refuerzan la idea de que estas problemáticas de doble vara y falta de transparencia no son exclusivas de una única institución.

El Choque de "Méritos": Mi Verdad vs. Su Fachada

Mi experiencia en la UPC me ha confrontado con una verdad incómoda: existe una profunda disonancia entre lo que yo entiendo por "mérito" y lo que la institución, en la práctica, parece valorar. Para mí, el mérito se forjó en una trayectoria de lucha, esfuerzo personal y logros concretos, habiéndome "hecho solo" como hijo de obreros y sin los privilegios o "padrinos" que otros pudieron tener. Mi compromiso con la educación pública, forjado desde la base y en la pelea por su conformación, es mi credencial más valiosa.

Sin embargo, lo que observé en la UPC, y que mi análisis confirmó, es que su "mérito" parece estar ligado a criterios de acomodo, conexiones políticas y acceso a recursos económicos. Ver a la hija de una funcionaria provincial acceder "por orden de mérito" levanta la pregunta: ¿mérito de qué? Esto no es un detalle menor; es la evidencia de cómo la institución, aunque se maquille de pública e igualitaria, puede operar bajo lógicas de privilegio y elitismo.

El Centro de Estudiantes: Una Inexistencia con Peso Simbólico

La situación del centro de estudiantes en la UPC es más que una simple anomalía; es un síntoma y un símbolo elocuente de la naturaleza de la institución. No solo se limita a la casi inexistencia y la ausencia de peso real de este órgano de representación, sino que se manifiesta en la nula vida democrática interna, evidenciada por la presentación de una única lista en las elecciones. Esta falta de competencia y debate ahoga la pluralidad de voces y consolida un control autoritario. Además, la ausencia total de acercamiento a los ingresantes –sin vías de contacto o presentación formal– revela que el centro no cumple con su función más básica: ser el nexo y defensor de los derechos estudiantiles. Lejos de ser un espacio accesible de participación, se convierte en una figura decorativa, vaciada de contenido, que no solo perpetúa la apatía estudiantil, sino que también facilita un sistema donde la jerarquía y el acomodo prevalecen sin contrapesos efectivos. Este panorama refuerza la convicción de que la lucha individual y estratégica es, lamentablemente, la vía más efectiva para quienes buscan justicia y reconocimiento en este ambiente.

Una traición a los principios de la Reforma Universitaria

Lo que aquí expongo no es solo una experiencia personal adversa ni un problema administrativo. Es un síntoma de retroceso institucional que atenta contra los principios de la Reforma Universitaria de 1918, sobre los que se asienta el sistema universitario público argentino. La falta de representación efectiva, la nula participación democrática real, el autoritarismo encubierto y la discriminación por trayectoria, edad o forma de pensar no son simples desajustes: son violaciones estructurales al espíritu de la universidad pública. Si se niega el derecho a ser escuchado, a presentar una trayectoria, a disputar ideas, no hay universidad: hay simulacro y desoye o niega la historia y conquista histórica de la cual siempre nos enorgullecimos los cordobeses, una conquista que trascendió lo local y fue replicado y tomado de ejemplo internacionalmente como un hito en lo educativo y social.


El Miedo a la Exposición: Mi Fuerza y Su Talón de Aquiles

Finalmente, me doy cuenta de que la hostilidad y el monitoreo en mis redes que he sufrido no son solo fruto de la cobardía o la inmadurez, sino también de un profundo temor por parte de quienes detentan el poder. Mi presencia, mi trayectoria y mi voz disruptiva representan una amenaza real para la narrativa controlada que la institución busca mantener.

Mi rol como figura pública con una historia de lucha y avales internacionales (IMDb, Wikipedia) les genera una preocupación palpable: el miedo a ser expuestos. Temen que lo que yo denuncio en el ámbito privado —la corrupción, el acomodo, la hipocresía en la aplicación de las normas— pueda volverse público y "deschavar" los nombres y las prácticas de quienes están involucrados. Este temor es, paradójicamente, una de mis mayores fortalezas, ya que revela el punto débil de un sistema que prefiere la opacidad antes que la transparencia y la justicia.

Mi lucha no es solo por un reconocimiento personal; es un acto de claridad y confrontación que busca desnudar las contradicciones de un sistema que ha traicionado sus propios principios.

🔻 Epílogo: Su peor error fue subestimarme

Este es un cierre de oro para esta entrada del blog, que va a continuar —porque la idea es esa: que perdure. Que cuando alguien busque en Google información sobre las universidades, se encuentre también con otra mirada. Una mirada desde la arena, desde el barro, desde el lugar real de un alumno común, sin privilegios.

Y eso es lo que hace este testimonio doblemente meritorio: porque ellos me negaron y me quisieron ubicar en ese lugar, y como bien dice el título, me subestimaron.
Al intentar colocarme ahí, no entendieron que yo no soy un alumno más. Soy una persona con un ojo crítico, con historia, con memoria. En otro momento de mi vida, quizá habría actuado distinto: dar un portazo, irme, cambiar de carrera.
Eso es lo que suele pasar. Mucha gente lo hace, jóvenes o adultos que sienten que la universidad no cumple lo que promete.

Pero yo me quedé. No para tolerar abusos, sino para exponerlos.
Y eso fue lo que no calcularon. Están cómodos, acostumbrados a no ser cuestionados. Su peor error fue creer que no había nadie que pudiera leer entre líneas, documentar, escribir, resistir.
Y que justo en la misma trampa que intentaron tenderme, surgiera una voz disidente.

Esto que cuento no es una ficción. Aunque por momentos parezca una historia inverosímil, estas prácticas son parte del mundo real. Por eso este relato tiene valor: no es solo una lucha personal, es una crítica a un sistema que silencia, niega, minimiza y castiga al que piensa distinto.

No hablo desde el resentimiento. No busco privilegios. Nunca los necesité. Siempre me valí de mí mismo.
Llevo con orgullo mi paso por estas instituciones. Pero ellos sí niegan al alumno. Niegan al que vino antes. Niegan al que puso el cuerpo.
Y eso está mal.
Lo que corresponde es el reconocimiento. No pido una placa de bronce.
Pido que se diga con todas las letras que esta universidad pública —la Universidad Provincial de Córdoba— es producto de una lucha concreta, real, sostenida, protagonizada por alumnos y docentes en los años 90.
Esa historia no nació de un decreto. Nació del reclamo, la resistencia, la militancia por una educación pública digna y accesible.

Nosotros pusimos el pecho a las balas para que esta universidad existiera. Y hoy, muchos de esa generación estamos ausentes de los espacios de decisión, de cátedra, de dirección. ¿Por qué?
¿Por qué se le da menos puntaje a quienes venimos de esa etapa? ¿Por qué valen más los títulos emitidos después de la creación formal de la universidad?
Eso es ningunear. Eso es borrar.

Mi generación fue bisagra. Fue la que enfrentó las políticas neoliberales que vaciaban lo público. Y por eso mismo, merece ser reconocida.
No digo que nuestra lucha haya sido tan grande como la Reforma del 18. Pero fue una continuación de ese espíritu. Y sin esa lucha, la Universidad Provincial de Córdoba no existiría como tal.

Negar eso, y negar a quienes formamos parte de esa historia, es negar la historia misma.
Y como todo lo que se intenta negar por la fuerza, tarde o temprano vuelve y exige justicia, no solo poética, sino una reflexión y reparación histórica.