Wednesday, October 01, 2025

Una historia de como se gestó la obra que sentaría las bases del Terror Revisionista Argentino-Latinoamericano

Una historia de como se gestó la obra que sentaría las bases del Terror Revisionista Argentino-Latinoamericano

Mi fascinación por el género de terror comenzó de niño, desde los 6 o 7 años. Recuerdo a Drácula de Christopher Lee, que me dio miedo y fascinación al mismo tiempo; los calcos de monstruos clásicos que coleccionaba y pegaba en el respaldo de mi cama, que brillaban en la oscuridad; y el contacto con un pintor amigo de la familia que representaba criaturas grotescas. Desde pequeño, el miedo y la fascinación caminaban juntos, y esa dualidad nunca me abandonó.

El terror revisionista argentino-latinoamericano no surge de modas ni de ficciones lejanas: nace de experiencias reales, de un miedo tangible que atravesó generaciones. Mi familia y yo fuimos perseguidos durante la dictadura, pasamos a la clandestinidad y nos exiliamos internamente en Buenos Aires, dejando nuestra Córdoba natal. Los servicios nos tenían marcados; llegaban a nuestras casas; mi tío y su pareja fueron secuestrados; ella sufrió vejámenes a manos de los militares.

Obras como 47, el Muerto no buscan oportunismos ni seguir tendencias: fueron pioneras en un momento en que hablar de esto era casi una mala palabra, un tema que se ocultaba, que no estaba establecido. Incluso como experimento de un estudiante de cine, se habló de lo que nadie se atrevía a nombrar. Fue un acto de coraje, de compromiso con la memoria y con la verdad.

Ese coraje fue reconocido: recibimos la mención de la Universidad Nacional de Córdoba, entregada por Arturo Borio y los rectores de Humanidades de ese año en la Muestra Anual de la Facultad de Cine y TV, porque nadie lo había hecho antes. Borio, como muchos de su generación, había vivido el cierre y la persecución de esa facultad durante los años de plomo. No fue casualidad, ni moda: fue una obra pionera, honesta y necesaria.

Desde esa raíz, el terror deja de ser solo estética: se convierte en documento histórico, experiencia vivida y pulsión creativa. Cada relato, cada escena, cada personaje lleva consigo la impronta de lo real, de lo que se vivió, de lo que no puede ser olvidado.

Este subgénero nace de la necesidad de que el miedo tenga memoria, de que la ficción sea herramienta de conciencia y de que la cultura argentina-latinoamericana pueda reclamar su propio lugar en la historia del terror.

Mi mayor reto fue mostrar esa historia en un acto privado, a quienes lo habían vivido: familiares, amigos y compañeros de militancia de mi viejo,gente que no la toca de oído,sino que la curtieron en carne propia,que pusieron su vida en juego por una causa,por un ideal,por luchar por justicia,contra un régimen dictatorial,contra el terrorismo de estado,por un futuro mas justo para todos. No buscaba caer en golpes bajos,pero era un acto necesario,valiente,nadie lo había hecho así antes,hoy,en el 2025,todo es distinto,hay que poner en contexto histórico,en ese momento previo a lo que fue la revuelta popular del 2001.

“Al mostrar 47, el Muerto a familiares y compañeros de militancia en una función privada, quedaron profundamente conmovidos. ‘¡Qué fuerte!’, me dijeron. Con nada más que imágenes y narración, logré transmitir la experiencia de quienes sufrieron vejámenes durante el terrorismo de Estado, generando reflexión sobre la responsabilidad de los victimarios y el impacto del horror vivido.”

Por eso la necesidad de dar testimonio,de contar como fue la génesis,de donde surgió,que nada fue azaroso ni buscando complacencias,sino memoria,que incomodara,repensar la historia y poner a las victimas y victimarios y al espectador del otro lado,romper lo que hasta ese momento era tabú,lo que no se hablaba y se escondía,inclusive dentro de los que participaron y vivieron esos años de plomo.

Aquí dejo este relato pormenorizado,casi antropológico,periodístico y testimonial de una época y cuando se quiera contra otra historia o arrobarse ideas de otros,sepan,que hay gente que no busco el aplauso sino hacer pensar y se atrevió lo que para otros era un terreno  desconocido.A los pioneros se los debe valorar y dar el lugar que merecemos,porque siempre hay otra historia y es deber contarla.

Cuando visité el Espacio de Memoria ESMA en 2012, dejé un pequeño símbolo escrito en un friso, en homenaje a los compañeros que lucharon en distintos partidos de izquierda y que también fueron parte de la resistencia por la democracia que son los que el relato se olvidó,que se silencio por conveniencia y sentí la pulsión en ese esa acto reflejo y de rebeldía pero a la vez de un pequeño acto simbólico,dejar testimonio de ello. Ese gesto reflejaba algo que siempre sentí: la injusticia que sufrieron quienes dieron su vida o arriesgaron todo por la libertad no podía ser olvidada. Hoy, al reivindicar 47, el Muerto y el Terror Revisionista Argentino-Latinoamericano, ese mismo compromiso guía mi trabajo: no busco aplausos ni reconocimiento individual, sino justicia histórica, memoria y el reconocimiento de quienes sufrieron y lucharon durante los años de plomo.


Fernando

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