Thursday, October 16, 2025

El derecho a contar mi historia: quien controla el relato controla la historia

 


El derecho a contar mi historia: colonialismo digital y poder cultural

Por Fernando Gabriel Sosa


(Prólogo)
Yo aprendí que si uno no cuenta su historia, alguien más la cuenta por uno. Y, casi siempre, la cuenta mal. Por eso escribo esto. Porque durante años vi cómo las instituciones, los medios y las plataformas digitales intentan moldear el relato, borrar nombres, recortar contextos, manipular significados. Lo hacen en nombre de la objetividad o del progreso, pero en realidad responden a viejas lógicas de poder.

Yo no quiero ser solo un número dentro de una estadística. Quiero ser uno de los que rompa este ciclo, uno de los que da testimonio.


Controlar el propio relato

En Wikipedia, en la universidad, en los medios… uno puede ver cómo se repite el mismo patrón: alguien decide qué merece ser visible y qué no. En mi caso, lo viví en carne propia. He visto cómo borran, recortan o “corrigen” partes de una historia que es cierta, documentada y reconocida. Lo hacen desde un supuesto de neutralidad que termina siendo profundamente político.

Por eso decidí crear mi blog. Porque ahí controlo mi historia. No permito que otros hablen ni escriban por mí. Desde ahí puedo corregir, ampliar, y sobre todo dar testimonio sin que un moderador o un algoritmo decida por mí.


Colonialismo 2.0

Hay un nuevo colonialismo que no necesita ejércitos ni invasiones: el colonialismo digital.
Ya no se trata de apropiarse de tierras o materias primas, sino de datos, narrativas y subjetividades.
Autores como Boaventura de Sousa Santos hablan de las epistemologías del Sur: saberes invisibilizados por los centros de poder.
Yo lo vivo desde la práctica: cuando un artículo cultural o una biografía es eliminada o silenciada, lo que se está borrando es una voz del Sur.

A esto lo llamo colonialismo 2.0: la nueva forma en que el poder global y local mantiene su hegemonía cultural a través de los medios, las plataformas y los discursos autorizados.


Censura, control y resistencia

Lo vi en Wikipedia —la “enciclopedia libre”—, donde las listas negras y los filtros automáticos censuran contenidos legítimos bajo pretextos técnicos.
Lo vi también en el ámbito académico, donde el miedo, la autocensura y los intereses económicos determinan qué se puede decir y qué no.
Y lo vi en la cultura local, donde el centralismo porteño invisibiliza a quienes no forman parte del circuito oficial.

He sido testigo y parte de esa resistencia. Y aprendí que callar es ser cómplice.
Por eso, aunque sé que no voy a cambiar el sistema, puedo contribuir con mi testimonio.


Feudos locales y manipulación del relato

En Córdoba —y en muchas otras provincias— siguen existiendo feudos culturales y políticos.
Hay una red de intereses que atraviesa la política, la justicia, los medios y las instituciones académicas.
Todo se sostiene por miedo: miedo a perder un puesto, un favor o una “buena reputación”.
Yo lo viví cuando se me intentó censurar por usar inteligencia artificial en un trabajo artístico, o cuando se ridiculizó mi nombre con asociaciones crueles e inhumanas.

Pero también aprendí que el humor, la ironía y la acidez son armas poderosas. Que psicologizar al opresor —mostrarle su reflejo— es una forma de resistencia.


Romper el paradigma

No se trata de resentimiento, sino de justicia.
De reconocer a los verdaderos protagonistas de la historia, no solo a los que tuvieron más poder o más prensa.
Porque hay otra historia, y merece ser contada.
Una historia de artistas, docentes, activistas y soñadores que no se resignan al silencio.

Yo aprendí que la libertad no es gritar más fuerte, sino persistir en la verdad.
Y que en tiempos de censura digital, dar testimonio es un acto revolucionario.


“Si uno calla, está siendo partícipe.
Y las cosas no van a cambiar así.”

Fernando Gabriel Sosa

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