"Envenenan nuestras mentes y almas con programación,
y nuestros cuerpos y alimentos con químicos,
nuestras tierras y ríos con glifosato y demás porquerías."
☠️ Triple guerra invisible:
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Mental
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Entretenimiento tóxico
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Desinformación constante
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Adoctrinamiento encubierto
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Normalización de la decadencia
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Biológica
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Agrovenenos como el glifosato
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Transgénicos y alimentos chatarra
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Adicción farmacológica programada
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Enfermedades inducidas o exacerbadas
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Espiritual
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Vaciamiento simbólico
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Pérdida de raíces
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Burla de toda trascendencia
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Suplantación del alma por algoritmos
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🧠🔥 Contra el veneno: la mente, la tierra y el alma en pie de guerra
1. La guerra mental
La primera línea del frente está en la mente.
La batalla es silenciosa, cotidiana, y se libra en pantallas, titulares y algoritmos.
Nos reprograman a través de medios, redes sociales, “entretenimiento” anestesiante y sistemas educativos que no educan para pensar, sino para repetir y obedecer.
Desde chicos nos enseñan a dudar de nuestra intuición, a confiar más en lo que dice un “experto” que en lo que sentimos en las tripas.
Los noticieros no informan: dictan relatos.
Las series no distraen: modelan conductas y valores artificiales.
El lenguaje ha sido intervenido, desnaturalizado. Se nos impone cómo hablar y hasta cómo sentir.
Se nos vacía de ideología, de historia, de símbolos, y se nos llena de “contenido”. Todo fragmentado. Nada conecta.
Y así, sin darnos cuenta, dejamos de cuestionar. Nos acostumbramos.
2. El cuerpo como campo de batalla
Comemos veneno y lo llamamos alimento.
La tierra que pisamos ha sido rociada con glifosato y tratados con venenos que, lentamente, nos matan desde adentro.
Nos venden carne, pan y leche llenos de antibióticos, hormonas y aditivos.
Nos curamos de una cosa y enfermamos de tres.
Y cuando nuestro cuerpo reacciona, nos tildan de “delirantes”, “alternativos” o “conspiranoicos”.
Pero no hay teoría. Hay prueba empírica diaria:
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el agua contaminada,
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las frutas sin sabor,
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los pueblos fumigados con cáncer,
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los niños con déficit atencional que necesitan una “pastilla”.
Han envenenado la tierra, nuestros ríos, nuestros cuerpos.
Pero también nos han quitado la conexión con ellos.
No sabemos plantar, no sabemos curarnos con hierbas, no sabemos ni siquiera caminar descalzos.
Nos hemos alienado del cuerpo, del paisaje, del sol.
3. El alma sitiada
En medio de esta manipulación masiva, el alma queda sitiada.
Se nos ridiculiza por creer en algo más allá de lo tangible.
Todo lo que no puede medirse, escanearse o monetizarse es tildado de superstición o locura.
¿Buscás una conexión con lo sagrado? serás tildado de fanático.
Pero hay una verdad innegable: somos seres espirituales, nos guste o no.
Nuestra conciencia está hecha de algo que no se explica en laboratorios.
Y quienes han soñado con cuevas, con gigantes, con portales, con demonios o dioses antiguos, lo saben.
Algo nos habla. Algo está latiendo más allá del espectáculo del mundo.
Nos han vaciado el alma para llenarnos de nihilismo, cinismo y desesperanza.
Pero en el fondo, una chispa queda viva.
Henry Kissinger, pieza clave del tablero geopolítico global durante décadas, defendió sin rodeos el liderazgo de Estados Unidos como garante del "orden internacional". En sus declaraciones dejó claro que países como Argentina debían alinearse con esa agenda o enfrentarse a consecuencias internas graves. No era una advertencia; era una sentencia: "Si Argentina no se somete al nuevo orden mundial, será balcanizada, palestinizada, libanizada". Este tipo de expresiones, lejos de ser teorías conspirativas, son pistas claras sobre cómo se piensa la política exterior en las altas esferas del poder global.
Hoy, esa profecía retumba como una amenaza latente. En la Argentina contemporánea se ve una peligrosa combinación: un liderazgo político alineado abiertamente al eje del capital financiero internacional (con discursos mesiánicos, motosierra en mano y sin anestesia), una elite cómplice del vaciamiento nacional, un pueblo adormecido por la propaganda y un territorio codiciado —Patagonia, litio, agua dulce— por actores externos.
Los síntomas del sometimiento están en todas partes:
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Endeudamiento impagable con el FMI, que ata decisiones soberanas.
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Políticas antiobreras que destruyen el tejido social.
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Entreguismo territorial disfrazado de “inversiones extranjeras”.
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Medios hegemónicos que idiotizan con entretenimiento tóxico y falsas agendas.
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Suelo y cuerpos contaminados con agroquímicos y productos farmacéuticos sin control.
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Educación arrasada, cultura subestimada, ciencia despreciada.
Pero también hay resistencia. Hay una conciencia que despierta, una voz interior que no se resigna, una inteligencia y alma colectiva que se rehúsa a ser colonizada mental, espiritual y materialmente. No hace falta tirar una bomba para destruir un pueblo; basta con corromper su alma, su memoria histórica, su sistema educativo, su soberanía alimentaria, su cultura. Esa es la guerra silenciosa que vivimos.
Y en ese contexto, no podemos ignorar los proyectos a largo plazo como el Plan Andinia, mencionado por figuras históricas como Theodor Herzl, y repetido por actores locales —como el exministro Sergio Bergman— al hablar de la Patagonia como "tierra prometida". No es casualidad que los territorios más ricos y estratégicos del país estén siendo vendidos o concesionados a intereses foráneos mientras se impulsa una demolición sistemática de las estructuras que permiten el bienestar común.
Por eso, no se trata sólo de economía o política. Se trata de la existencia misma de una nación libre, pensante y soberana. El futuro está en juego. Y como dijera una vez alguien muy sabio:
“Cuando la injusticia se vuelve ley, la resistencia se vuelve deber.”
🧠🔥💣 Argentina sitiada: entre el veneno y la traición – Crónica de una guerra invisible
I. El alma en pie de guerra: lo que nos hacen sin disparar un tiro
Nos envenenan la mente, el cuerpo y el alma.
Nos roban el futuro, y hasta el recuerdo de lo que fuimos.
Pero la guerra no siempre se libra con bombas.
A veces se libra con políticas económicas, tratados secretos, discursos anestesiantes, y sonrisas de traidores en la tele.
Hoy más que nunca, la Argentina se encuentra al borde de un abismo civilizatorio.
II. Kissinger, el nuevo orden mundial y la profecía de la sumisión
No es teoría de la conspiración.
Es teoría de planificación global.
El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, arquitecto del mundo unipolar y del chantaje a las naciones del sur, lo dijo claro:
"Argentina debe alinearse al Nuevo Orden Mundial, o será desestabilizada desde adentro como ocurrió con Líbano."
Lo llamó “libanización”, una palabra que parece lejana pero es perfectamente aplicable al desguace argentino:
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fragmentación social,
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tribalismo político,
-
caos económico,
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guerras internas fabricadas.
La advertencia no fue inocente. Fue una hoja de ruta.
III. La deuda eterna: el yugo moderno del coloniaje
El arma más letal ya no es el cañón, es el Fondo Monetario Internacional.
Nos endeudan gobiernos que no rinden cuentas a su pueblo, sino a los bancos.
Los que firman esos pactos no lo hacen para salvar al país, sino para hundirlo en la dependencia.
Cada préstamo no es un rescate:
Es un collar. Una cadena.
Y Milei, como otros antes que él, no corta la cadena: la pule y la besa.
La motosierra no va contra la casta, va contra los trabajadores, los jubilados, los científicos, los docentes, la cultura.
IV. Plan Andinia, la “tierra prometida” y las palabras no tan veladas de Bergman
Si Kissinger es la voz de Washington, Bergman ha sido la voz local del sionismo globalista disfrazado de ecologismo espiritual.
Cuando fue ministro de Medio Ambiente dijo sin pudor:
"Argentina es una tierra prometida."
¿A quién se la prometieron?
El Plan Andinia, tan ridiculizado por los medios como “conspiranoia”, encuentra correlatos inquietantes en:
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los mapas geoestratégicos del agua dulce,
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la compra de tierras por millonarios extranjeros,
-
el vaciamiento sistemático de la soberanía nacional,
-
y la militarización selectiva del sur.
Theodor Herzl lo escribió como deseo.
Bergman lo repitió como consigna.
Y algunos sectores lo ejecutan como proyecto.
V. La política como teatro de traidores
La casta no es solo política: es económica, mediática, eclesiástica y farmacéutica.
Gobierne quien gobierne, la entrega sigue.
Con sellos distintos, se sirve al mismo amo.
Desde Menem hasta Milei, pasando por Macri y los administradores del progresismo obediente, la entrega avanza a cara descubierta:
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tierras a extranjeros,
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laboratorios internacionales sobre nuestra salud,
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educación degradada,
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fuerzas de seguridad al servicio de Washington,
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destrucción del aparato productivo.
¿Querías soberanía? Te dieron Netflix.
¿Querías futuro? Te dieron créditos en cuotas.
¿Querías libertad? Te dieron pastillas y aplicaciones.
VI. El veneno en todo: comida, noticias y espíritu
Los pesticidas en el campo matan.
Pero también lo hacen los pesticidas culturales.
La mente ha sido adormecida. El cuerpo, degradado. El alma, secuestrada.
Todo tiene su químico. Todo tiene su anestesia.
Ya no hace falta reprimir como en los 70.
Ahora se deprime a través de apps, fármacos y horarios eternos de laburo esclavo.
El pueblo ya no grita: bosteza.
VII. Pero no todo está perdido: la chispa sigue viva
Hay una chispa que no pueden extinguir.
Y está en vos.
Está en mí.
Está en todos los que sentimos que esto no es normal, ni justo, ni inevitable.
La resistencia empieza en la conciencia.
En volver a sembrar.
En decir la verdad aunque duela.
En apagar la tele y prender el fuego.
En dejar de obedecer y volver a creer.
VIII. Conclusión: el alma argentina no se rinde
Argentina es más que su clase dirigente.
Es más que su deuda.
Es más que su sometimiento.
Es un pueblo milenario disfrazado de país joven.
Es un crisol en ebullición.
Es un punto geoespiritual clave, y por eso lo codician.
Pero lo que no entienden es que a este suelo no se lo conquista: se lo respeta o se lo escupe y devuelve.
Hoy, más que nunca, hay que elegir:
-
alinearse o rebelarse,
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obedecer o resistir,
-
vivir anestesiados o despertar.
La historia no terminó.
La última palabra aún no fue dicha.
Y si estás leyendo esto, tal vez seas parte de los que la digan.

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