Wednesday, December 31, 2025

Contacto, talento y el final de una época

 







Apuntes sobre agencias, Marvel y la reconfiguración de la industria

Durante más de veinte años estuve vinculado —de manera directa— al circuito profesional del cómic internacional. Agencias, envíos de muestras, contacto con reclutadores, ejercicios editoriales, lectura de mercado. No desde la fantasía, sino desde el trabajo sostenido.

Hoy escribo esto desde otro lugar. No desde la expectativa, sino desde la distancia crítica que da el tiempo.

El contacto como estructura (no como anécdota)

Hace poco alguien me dijo una frase que terminó de ordenar muchas experiencias acumuladas durante años:

“Contacto mata talento.”

No la tomo como una consigna amarga ni como una queja personal, sino como una descripción bastante precisa de cómo funciona el sistema.

No se trata de un contacto aislado, sino de redes completas de validación. En el medio profesional del cómic —especialmente en el mainstream norteamericano— es evidente que ciertos artistas funcionan como nodos centrales: figuras visibles, muy conocidas, asociadas a eventos importantes, con ayudantes que luego ingresan a las grandes editoriales. No hace falta dar nombres para entender el mecanismo.

Es un modelo de aprendizaje, herencia y recomendación, que asegura continuidad productiva. Eso no invalida el talento de quienes llegan, pero sí explica por qué estar a nivel no garantiza el acceso.

Agencias: representar no siempre es impulsar

Mi recorrido por agencias comenzó en 2005 con Glass House Graphic, dirigida por David Campiti. Como ocurre en muchas agencias grandes, el esquema era claro: un grupo reducido de autores estrella —ya posicionados— y una red más amplia de representados orbitando alrededor.

Con el tiempo entendí algo que en ese momento solo intuía: la energía no se distribuye de manera equitativa. Las agencias apuestan donde el retorno es inmediato. El resto queda en una zona de espera que puede durar años.

Más adelante ocurrió algo similar con Radebu Agency (España). Hubo envíos, muestras, intentos. Finalmente, el propio agente decidió dejar de representarme para no generar falsas expectativas. Lo mismo ocurrió con otro colega argentino con trayectoria sólida, lo que confirmó que no era una cuestión personal, sino un modo de funcionamiento estructural.

Estar cerca de Marvel y no entrar

En paralelo, tuve contacto directo con reclutadores y editores de Marvel Comics. Personas reales, con cargos reales, algunas de las cuales hoy ocupan posiciones centrales dentro de la editorial. Hubo intercambios profesionales, revisiones, devoluciones.

Nunca se dio.

Y con los años entendí algo clave: estar cerca no es lo mismo que estar adentro. Marvel —como otras grandes editoriales— no funciona como un sistema abierto de evaluación constante, sino como un ecosistema cerrado de confianza previa.

Muchos artistas ingresan no solo por su nivel, sino porque ya forman parte de una cadena productiva conocida: fueron asistentes, recomendados, probados en otros roles. El sistema clasifica: lápiz, tinta, color. Yo reunía todo el combo, lo cual —paradójicamente— tampoco encajaba del todo en esa lógica.

Cuando el problema no sos vos

Durante mucho tiempo uno se pregunta si falló. En mi caso, esa duda se fue disipando gracias a algo muy concreto: el reconocimiento profesional de pares y docentes con experiencia real en la industria.

Carlos Villagrán —dibujante, docente y ex asistente en editoriales norteamericanas, hermano de Enrique y Ricardo Villagrán (DC Comics)— destacaba públicamente mi forma de trabajo, mi enfoque narrativo y mi perfil profesional. Incluso llegó a usar mi caso como ejemplo frente a sus alumnos, señalando mi empuje, mi autonomía y mi capacidad para sostener un camino propio.

Eso terminó de aclarar algo esencial: el problema no era mi capacidad, sino mi no encaje en un sistema que necesita perfiles fácilmente catalogables y descartables.

Leer el mercado antes del derrumbe

Mucho antes de que fuera evidente, ya había empezado a leer hacia dónde iba la industria: la caída de Diamond Distribution, la concentración editorial, la absorción de sellos por conglomerados, la desconexión entre el éxito cinematográfico y la lectura real de cómics.

Hoy eso ya no es una hipótesis. Es un hecho.

Y no ocurre solo en el cómic. Lo mismo está pasando en la industria del videojuego y la animación, como relatan profesionales de esos mismos países en espacios como LinkedIn. Desde Argentina solemos mirar estos procesos con retraso. Desde adentro, el derrumbe ya se estaba narrando.

La historieta más allá del entretenimiento

En paralelo a todo esto, trabajé durante años en la historieta argentina no solo como dibujante, sino como editor, gestor y propulsor cultural. Incluso impulsando debates y propuestas para darle oxígeno a un sector que ya agonizaba.

Hoy puedo decirlo sin dramatismo: la historieta, tal como se la conocía, tenía fecha de caducidad. Eso no implica su desaparición, sino su resignificación.

Creo que la historieta tiene futuro cuando se la piensa como herramienta narrativa, educativa y cultural. No solo como producto de consumo masivo.

Correrse también es una forma de llegar

Hubo un momento en que ingresar a Marvel fue un objetivo real. No lo niego.
No sucedió.

Hoy, viendo el panorama completo, entiendo que quizá haber entrado me habría dejado atado a una estructura en declive, como un engranaje más. Correrse a tiempo también es una forma de lucidez.

Escribo esto sin resentimiento y sin nostalgia.
Con la tranquilidad de haber recorrido el camino, de haber entendido el sistema y de poder hablar ahora con libertad.

A veces no se trata de llegar.
A veces se trata de entender a qué ya no vale la pena llegar.

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