Friday, November 07, 2025

El camino y costo de ser un artista/autor multidisciplinario

 El camino y costo de ser un artista/autor multidisciplinario


por Fernando Gabriel Sosa


Hay un costo que no figura en ninguna estadística, ni se mide en premios ni en likes. Es el costo de poner el cuerpo, de sostener una vocación cuando no hay padrinos ni apoyos, cuando todo se hace con el tiempo, el bolsillo y la convicción de uno. Ser artista y autor multidisciplinario en la Argentina es, ante todo, una forma de resistencia.


El precio del oficio


Nada fue fácil ni regalado. Cada logro tuvo detrás noches de trabajo, frustraciones, renuncias, sacrificios familiares y una obstinación por mantener viva una identidad creativa.

He trabajado en historieta, animación, cine, música, gestión cultural y docencia. Cada paso fue un aprendizaje, una batalla y una construcción. Y aunque muchas veces el entorno fue hostil —desde las trabas institucionales hasta las invisibilizaciones deliberadas—, seguí adelante, porque sabía que había algo más grande que cualquier obstáculo: la necesidad de crear.


El recorrido


Desde mis comienzos en la Universidad Nacional de Córdoba, donde el arte y la comunicación se mezclaban con la militancia cultural, hasta los proyectos editoriales como Barricada comics, la revista Abordaje Magazine, la participación en ferias, la presentación de leyes de fomento al historietista y al humor gráfico, o la producción de cortometrajes y obras audiovisuales como 47, el muerto, cada etapa tuvo un sentido.

Todo formó parte de un mismo impulso: darle voz y forma a lo que el sistema dejaba al margen. Crear donde no había estructuras, tender puentes entre disciplinas, demostrar que la autogestión también es una manera de hacer historia.


Las luchas invisibles


En este camino hubo rechazos, silencios y ninguneos. También intentos de borrar, de apropiarse de ideas, de invisibilizar trayectorias. Pero la obra permanece. Todo lo que hice está documentado, fue real, y nació de un compromiso personal con la cultura.

He aprendido que el verdadero reconocimiento no se mendiga: se construye con coherencia, con constancia y con verdad. No hay marketing que sustituya la autenticidad.


La visión y el presente


No vivo de recuerdos. Los reivindico.

Pero sigo aprendiendo, reinventándome y creando en el presente, con la solidez de lo aprendido. No construyo castillos en el aire: sigo edificando con ladrillos de experiencia, convicción y pasión.

Mientras tenga salud, cabeza y fuego interior, voy a seguir creando y defendiendo lo que he hecho. No por vanidad, sino por justicia y memoria.

Porque detrás de cada proyecto, de cada ley, de cada página y cada plano, hay una vida entera dedicada al arte.

Y esa vida, con todo su costo y su camino, es mi mayor obra.



Vini, vidi, venci

No lo digo por soberbia, lo digo porque es verdad. Vine, vi y vencí.
Vine desde abajo, sin padrinos, sin favores.
Vi todo lo que hay detrás del telón: las miserias, las envidias, las caretas.
Y vencí, no porque haya ganado premios o aplausos,
sino porque seguí en pie, cuando muchos se quedaron en el camino.

Vencí al silencio, a la indiferencia, a la burla,
a esos que se creen dueños del aire que uno respira.
Vencí sin pisar a nadie, con trabajo, con ideas, con dignidad.

Hoy miro atrás y veo que todo valió la pena.
No me deben nada, no les debo nada.
Estoy donde tengo que estar: en paz conmigo, libre, auténtico.
Y eso —aunque muchos no lo entiendan—
es la verdadera victoria.


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