En estos días estoy viviendo algo que nunca imaginé: después de años de trakbajo, de resistencia cultural y de sostener mi camino sin padrinazgos, sin prensa y sin favores, tres de las instituciones más importantes del país me reconocieron formalmente como parte del sistema cultural argentino.
INAMU, SADAIC e INCAA no son “sellitos”:
son los organismos máximos que regulan y legitiman la actividad profesional en nuestro país. Y hoy, por primera vez, mi nombre, mi obra y mi recorrido están ahí, adentro, reconocidos y validados.
No lo vivo como un triunfo personal contra nadie, sino como una reivindicación después de muchos años de silencio, de obstáculos, de subestimación y de falta de oportunidades reales. No llegué por ruido, ni por contactos, ni por lobby. Llegué por trabajo, por convicción y por creer en lo que hago incluso cuando parecía que no importaba.
Hoy siento que todo ese esfuerzo—las obras, las propuestas de ley, las producciones, los ciclos culturales, los proyectos educativos, la investigación histórica, la militancia por la historieta, la formación autodidacta—finalmente encontraron un lugar.
Si existe una palabra para esto, no es revancha.
Es justicia cultural.
PD: Y hay algo más aún, que todavía no puedo anunciar oficialmente. Un nuevo hito profesional, tan o más valioso que estos reconocimientos otorgados por las máximas instituciones culturales de la Argentina. Es una realidad, y dentro de muy poco voy a poder comunicarlo como corresponde, porque la noticia así lo amerita y lo merece.
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